martes, 26 de septiembre de 2017
Bahá’ís Bolivia, bahá’u’lláh y los 200 años de su nacimiento
La fe Bahá’í no solo reconoce a su fundador, Bahá’u’lláh, como mensajero de Dios, sino también a Jesús, Krishna, Moisés, Buda, Abraham, Zoroastro y Mahoma. Todos habrían revelado conocimiento sagrado, apto para la época en la que vivieron, explica. 170 personas en La Paz forman parte de esta religión, que el 22 de octubre celebrará —al igual que todas sus comunidades del mundo— los 200 años del nacimiento de su mesías.
Los bahá’ís buscan la integración de la humanidad y entienden los credos como “matices o formas dentro de la unidad más profunda que existe en la religión”, afirma la Asamblea Espiritual Local de La Paz en un folleto explicativo. Con bases en común —el amor al prójimo o el respeto a la familia, entre otras— las doctrinas existentes en el mundo se diferenciarían solo por el momento histórico en el que habrían llegado sus mensajeros.
Cada domingo, después de hacer arreglos en su sede —ubicada en la Avenida del Libertador 1, en Obrajes— los bahá’ís se congregan para tener un momento devocional. Cerca del mediodía entran en un salón profundo y bajo; las paredes están vacías si se las compara con las de una iglesia católica: hay pocos cuadros y, situada en el piso, una bandeja con velas encendidas está rodeada de sillas.
Laura Gonzales Méndez tiene 18 años, es morena, de cabello oscuro y viste informal: no hay un código de vestuario establecido para participar en este encuentro. “Hemos elegido estas oraciones para pedirle a Dios que proteja a todo el mundo, por las cosas que están pasando (huracanes, inundaciones y otras). Después de eso, todos están libres de hacer las oraciones que quieran”. Los textos recitados están escritos en libros de tapa roja que los presentes se pasan entre ellos.
Cada uno lee un fragmento, intercalado con cantos. Se intuye que hay un orden porque no hay interrupciones, aunque nadie vuelve a tomar el papel de líder. Cantos y lecturas se desarrollan espontáneamente en la actividad que dura cerca de media hora. Le sigue el almuerzo en el jardín.
En esta religión no hay sacerdotes ni monasterios. Se organizan en consejos locales y nacionales elegidos democráticamente. La Casa Universal de la Justicia es el concilio internacional de gobierno bahá’í, cuya guía asegura la acción y el pensamiento unificado de toda la comunidad en el mundo, como se lee en universalhouseofjustice.bahai.org.
La conversación acompaña a un pollo con ensalada. No hay restricciones alimenticias, aunque está prohibido beber alcohol, pues altera los sentidos. Si bien existen normas espirituales, también hay objetivos sociales y económicos, como la educación universal, la igualdad de derechos entre mujeres y hombres o la abolición de los extremos de riqueza y pobreza. Uno de los pilares más importantes es la promesa de paz mundial. Para esto, la educación es la principal herramienta.
“Nosotros como bahá’ís obedecemos al Gobierno (de cada país), pero no podemos participar en ningún tipo de actividad política. Lo que tenemos que hacer es ser parte de un proceso de construcción de principios de educación espiritual. Por eso la enseñanza es tan importante para nosotros”, explica Laura.
La educación espiritual se basa en la renovación personal a partir del principio de “búsqueda de la verdad individual”. Cada individuo trabaja para transformarse en una mejor persona siguiendo su propio camino, incluso si lo lleva a dejar la religión bahá’í. Por esto, el libre albedrío es muy importante.
Este encuentro antecede a una fecha significativa para esta comunidad: el 22 de octubre se recuerdan los 200 años del nacimiento del fundador, Bahá’u’lláh. Nació como Mírzá Husayn-‘Al en Teherán, Irán, el 12 de noviembre de 1817. A pesar de ser de una familia noble y de la posibilidad de acceder a una carrera como funcionario público, decidió dedicarse a ayudar a los pobres. Se convirtió en seguidor del babismo, movimiento precursor de la fe bahá’í, que fue violentamente perseguido. En 1948, tras una reunión con los seguidores de su nueva religión, recibió el título de Bahá’u’lláh, que significa “gracia de Dios”. En 1853 fue juzgado y detenido en la cárcel de Teherán, donde tuvo una revelación que lo llevó a fundar este nuevo credo. Murió el 29 de mayo de 1892, en Acre, ahora parte de Israel, tras casi 40 años de destierros y persecuciones.
Cada colectividad bahá’í planifica una celebración especial, con actividades diferentes. “La comunidad de La Paz va a tener una recepción el 22 de octubre a las 10.00 en la sede nacional. En Viacha van a celebrar el sábado 21, a las 19.00. Vamos a preparar un programa para mostrar el mensaje que Bahá’u’lláh ha traído y que está caminando junto a nosotros desde hace 200 años”, explica Fabiana Méndez, una creyente bahá’í de 45 años.
De familia católica, ella conoció esta fe por su hermana mayor. “Tuve la opción de participar en las clases de niños y en celebraciones de días sagrados, así como el chance de tener navidades y las cosas lindas de la religión católica”.
A sus 21 años decidió ser bahá’í, a pesar de que sus padres se oponían. Con el tiempo su familia aceptó y respetó su decisión; su esposo e hija mayor —el menor aún no lo define— son bahá’ís. “Mis papás eran católicos, aunque en sus últimos días de vida dijeron que admiraban mi fe”.
Ya que es una religión nueva, son pocas las personas que nacen dentro de familias bahá’ís. Es el caso de Hanna Miyagawa Agramont, de 16 años. “Mi mamá siempre me decía que yo no tenía que ser bahá’í. También por eso hice mi Primera Comunión, para ver si me inclinaba más a eso. El año pasado comencé a dar clases a niños en la comunidad bahá’í y eso despertó mi interés. Pero aun así no he decidido qué camino religioso quiero tomar”.
Amelia Collins, destacada creyente bahá’í.
Hay sedes en Cochabamba, Sucre, Santa Cruz, Oruro y La Paz. En esta ciudad, todos los domingos, desde las 10.30, el grupo llega a su sede en Obrajes para orar, charlar y compartir. Cualquiera que se acerque es bienvenido, sin importar edad, condición social o cultural. Tampoco importa si profesa otra religión o si siente curiosidad: lo que se promueve es la búsqueda de un propio camino.
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