miércoles, 8 de febrero de 2017

San Sebastián: El patrono olvidado de Cochabamba

El culto al mártir San Sebastián, cuya fiesta se recuerda el 20 de enero, es de data muy antigua y se lo ha invocado históricamente contra la peste, las enfermedades y los enemigos de la religión, siendo venerado como patrono de los arqueros, los soldados y los atletas.

A fines del siglo dieciocho, en su obra “Descripción geográfica y estadística de la provincia de Santa Cruz de la Sierra”, el célebre Gobernador Francisco de Viedma escribió lo siguiente sobre la Villa de Oropesa (hoy Cochabamba): “Por la epidemia que padeció esta ciudad, de una cruel peste, juró por patrón al glorioso San Sebastián, por cuyo motivo se le hace una función muy lucida y hay festejos públicos de toros en la plaza extramuros, que se halla al pie del cerrito denominado San Sebastián”.

En dicho lugar, en el entonces extremo sudoeste de la villa, se mantuvo en pie durante varios siglos una ermita en honor al santo, cuya construcción fue encomendada los primeros años de existencia de lo que ahora es nuestra ciudad de Cochabamba. Si bien no se conoce la fecha exacta de su edificación, en la última voluntad del peninsular Gonzalo de Andrade, fechada en 1588, se lee que dejó un monto de dinero en calidad de donación para esa obra que ya estaba en ejecución a tiempo de su muerte.



¿QUÉ ES UN PATRONO?

El Pbro. Marcelo Bazán, actual Rector de la Catedral Metropolitana San Sebastián de Cochabamba, nos explica que desde los primeros siglos del cristianismo surgió la práctica de veneración hacia los discípulos de Jesús y a los mártires por la fe, además de las vírgenes y otros cristianos que confesaron su fidelidad a Cristo y a la Iglesia, considerándolos puntos de referencia sobre la conducta que debían tener los creyentes. Con esta misma idea, a los santos se los puede declarar patronos o protectores de un gremio, causa, comunidad o localidad, como ocurrió en algún momento entre 1571 y 1588, en la entonces Villa de Oropesa.

La devoción hacia los hermanos mayores en la fe es una expresión de la doctrina de la Comunión de los Santos que establece que los lazos que unen a los cristianos no se rompen con la muerte, sino que trascienden y por eso también estas figuras pueden ser tomadas como fuente de motivación. Ya varias décadas atrás, el recordado Rector de la Catedral Mons. Walter Rosales en un sermón en ocasión de la fiesta de San Sebastián animaba con estas palabras a los feligreses en el afán de fortalecer a la iglesia doméstica bajo la inspiración del santo patrono: “Que la decencia de vuestro lenguaje, la regularidad de vuestras costumbres, la elevación de vuestra alma y la alegría serena que ronda a vuestras personas, sean el primer libro abierto a los ojos de vuestros hijos”.

Detalle de la imagen venerada en la Catedral de Cochabamba.
Günther Revollo Soria



BIOGRAFÍA DEL SANTO

Sebastián nació en Narbona en el año 256 y siguió la carrera militar en Milán. Había sido educado en el cristianismo por su familia que era de origen noble del Imperio Romano. Como soldado llegó a ser capitán de la primera corte de la Guardia Pretoriana. Ejercitó en Roma su apostolado, logrando conversiones entre sus compañeros y aprovechando su condición para visitar a los cristianos encarcelados a quienes alentaba en su sacrificio.

Habiendo sido denunciado por esas acciones ante el Emperador Maximiano, se le dio a escoger entre renunciar a su fe o conservar su cargo, optando él por mantenerse fiel a Cristo. Por esa decisión fue condenado a morir a flechazos en el estadio, donde lo ataron desnudo a un poste y le descargaron saetas con la orden de evitar comprometer los órganos vitales para así prolongar su sufrimiento. Dándolo por muerto desecharon su cuerpo que fue recogido por sus amigos, quienes al percatarse de que aún estaba con vida, lo llevaron a casa de la noble cristiana Irene, viuda del mártir Cástulo, que lo cuidó hasta su restablecimiento.

Recuperado, se negó a dejar Roma y se presentó nuevamente ante el Emperador a reclamar por la dura persecución que se ejercía contra los creyentes. Encolerizado, Maximiano ordenó que lo azotaran hasta morir. Su cuerpo fue retirado por los cristianos del lodazal al cual había sido arrojado, para ser enterrado en la Vía Apia en una zona de canteras de toba volcánica, donde se había abierto nichos para sepulturas. Era el año 288. Hasta nuestros días, la célebre catacumba en la cual se halló su cuerpo lleva su nombre, donde además se erigió una basílica en su honor.



LA FIESTA DE ANTAÑO

El investigador histórico Edmundo Arze, en una relación sobre la Plaza de San Sebastián publicada en la revista “Análisis Cultural”, señala que la fiesta del patrono de Cochabamba era de gran esplendor. Se encontró documentación que acredita que el Cabildo de 1621 se hacía cargo de organizar y reglamentar la fiesta que empezaba con una Misa que se celebraba en la Catedral y la procesión de la imagen que se llevaba en andas hasta la plaza de San Sebastián donde se realizaba una corrida de toros. Para ese evento se alistaba un ruedo, se armaban graderías y tolderías y se hacía traer toros desde Ayopaya, Mizque y otras localidades.

Entre las figuras más pintorescas que rescata Arze está la de los “matachines” que, junto a tamborileros, salían con ropa colorida y caras pintarrajeadas a convocar a los habitantes de la villa y de las campiñas de Cala Cala y la Recoleta, para que sean partícipes del espectáculo que seguía a la celebración religiosa.

Como señalaba el Gobernador Viedma en la obra citada al inicio de este artículo, la fiesta era muy lucida y el concurso de la gente que se daba cita en la Plaza San Sebastián para deleitarse de la feria de frutas, dulces secos y helados, era innumerable. De tal manera la plaza se convertía en un lugar de venta y regocijo.

También eran parte de esa festividad popular la música, los fuegos artificiales y juegos como el palo ensebado, el juego ecuestre de la sortija y la carrera de caballos. Esta última aún se realizaba hasta inicios del siglo veinte, como recordaba el ya citado Mons. Walter Rosales al relatar las memorias de sus años de infancia. Por esta misma razón, una parte de lo que ahora es la avenida Aroma, se denominaba “Pampa de las carreras”.



LA FIESTA EN LA ACTUALIDAD

En los últimos tiempos la fiesta ha perdido las características y dimensiones que tuvo en el pasado. La conmemoración del santo se ha centrado por una parte en la fiesta de las cárceles públicas que llevan su nombre. Los reclusos, tanto varones como mujeres, veneran a una imagen del santo en sus respectivos penales y para los días 19 y 20 de enero, organizan vísperas y Misa de fiesta al interior de la cárcel, además de procesiones hasta las faldas del cerro de San Sebastián.

Por otra parte, en la Catedral Metropolitana algunas familias devotas anotan misas recordando la fecha del martirio del Santo Patrono cuya festividad se resiste a desaparecer. Considerando que este santo no solamente fue invocado como patrono y protector de la ciudad y la Arquidiócesis, sino también de la Catedral, en este recinto se pretende rescatar su memoria. Como dice el Padre Bazán, esta fiesta debería ser de acción de gracias por todas las bendiciones que recibe nuestra tierra y una muestra de unidad entre todos sus habitantes.

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