Las piezas llevaban al menos 100 años archivadas en una colección de libros y documentos de Oriente Medio en la biblioteca de la universidad, sin que nadie advirtiese de su importancia.
Los fragmentos fueron descubiertos por un catedrático que hacía una investigación, por lo que solicitó estudios de radiocarbono, que han confirmado la antigüedad del material.
La directora de colecciones especiales de la universidad, Susan Worrall, dijo a la BBC que los expertos que evaluaron el texto no imaginaron "ni en sus sueños" que fuera tan antiguo.
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