viernes, 15 de septiembre de 2017

Cristo de la Vera Cruz: a 467 años de su aparición en Potosí

Amitad de siglo XVI, la opulenta Villa Imperial de Potosí, al margen de constituirse en la floreciente ciudad de argento, atraída por la fama de las primeras vetas de plata de su Cerro Rico, al mismo tiempo adquirió celebridad religiosa al ser encontrada en las puertas del templo de San Antonio de Pádua (conocido como San Francisco), la preciosa escultura de la imagen del “Señor de la Vera Cruz”, una talla en madera magistralmente lograda, sin conocerse de dónde vino ni quién la hizo.

Aquella aparición milagrosa se remonta a 1550, cuando Potosí contaba cerca de 40.000 habitantes y numerosas viviendas para españoles e indígenas, los que se dedican igualmente a la construcción de templos y capillas con nombres de uno y otro santo.

Aquí recordamos que en 1547 se edificó el primer convento y templo de Potosí, a instancia y solicitud del conquistador español, general Pedro de Hinojosa y, gracias al fray Gaspar de Valverde, reconocido como el fundador de esta casa conventual.

Fue este recinto cristiano el privilegiado de los cielos, para que en la puerta principal del mismo, apareciera milagrosamente aquella bellísima y asombrosa imagen de Jesús crucificado, de cuya aparición se han escrito numerosos anales a cargo de cronistas religiosos y civiles como el reverendo padre fray Angélico Martarelli, el conventual franciscano fray Bernardo Allegri, al igual que Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, el capitán Pedro Méndez, el historiador Antonio de Acosta, Juan Pasquier, Bartolomé de Dueñas y otros destacados escritores.

Sobre este hallazgo, recopilamos en esta ocasión lo escrito por Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, quien dice lo siguiente: “Este año (1550), estando ya colocado el Santísimo Sacramento en la iglesia de San Antonio, una mañana amaneció en la puerta de la iglesia aquel asombro de escultura (piadosa exageración); aquel portento de maravillas; aquel asombro de milagros; aquel verdadero padre de misericordias, de quien experimenta Potosí, singulares y cotidianos favores; aquel digo, y para decirlo todo de una vez, el Santo Cristo de la Vera Cruz, verdadera reliquia de Potosí, sin que se sepa de donde vino, quien le envió, ni quien lo trajo”.

“Hallóse dentro de una caja en forma de cruz, y como digo, sin saberse de donde vino, ni quien fue su artífice, aunque no parece ser hecho por manos de hombre, porque en ‘todo es un milagro’”.

“De este modo se halló esta bellísima y asombrosa imagen, siendo esto lo más cierto, aunque digan algunos autores que han escrito de Potosí, que fue hallado en uno de los puertos de las Indias, que al parecer aportaba de alguna derrota, con un rótulo encima de la caja que decía: “Para San Francisco de Potosí”. Finalmente está en dicha iglesia de una capilla muy devota”.

Así, el cronista Arzáns de Orsúa y Vela, hace conocer la forma cómo fue hallada la imagen escultural del Cristo de la Vera Cruz. Afirmando en otro de sus escritos sobre la “Historia de la Villa Imperial de Potosí”, haber visto varias veces el cajón en forma de cruz de más de dos varas de largo, de madera cedro, haciendo resaltar que no obstante los años transcurridos desde 1550, conservaba su color como si hubiese estado acabado de labrar, guardado en el salón de la cofradía de los azogueros, juntamente con preciosos adornos y ricas alhajas de su capilla.



MARAVILLA

Entre los cristos hechos escultura, venerados en distintos templos de América y, pertenecientes a destacados autores o escultores, se dice que “ninguna de aquellas imágenes religiosas, pueden compararse o superar la grandiosidad que ofrece el Santo Cristo de la Vera Cruz de Potosí, por cuanto esta maravilla de maravillas es un regalo de Dios”.

Así lo confirma el estudioso escultor español don Lorenzo Rodrigo Marín en su libro “Imaginería Americana en Talla Mayor”, cuyo segundo tomo, página 72 al 73 dice: “No hay otra escultura admirable y de un significado espiritual grandioso como el venerado “Cristo de San Francisco de Potosí”, a quien se acostumbra llamar “Señor de la Vera Cruz” y que hasta hoy recibe la veneración del pueblo de Potosí”.

“La hechura de este crucifijo mayor no ingresa al arte español y menos al arte americano, por cuanto sus rasgos de labrado tienen una calidad superior difícilmente identificable a la escuela del arte italiano al que pudiese pertenecer, teniendo en cuenta que las esculturas en crucifijo encontradas en Roma y Florencia, no pasan del metro y medio de altura, lo que no ocurre con el Santo Cristo de Potosí, cuyo tamaño es de 1,95 de la cabeza a los pies”.

“La talla de esta imagen religiosa ofrece puntos muy precisos en la parte alta y baja de la cintura, comparable al de una persona mayor con estatura regular. La cabeza inclinada hacia la derecha y rostro con barba natural, es otra manifestación que no se la encuentra en las demás esculturas de este orden. Por ello digo que esta maravilla de maravillas es un regalo de Dios”.

Así como este investigador y escultor español de fines del siglo XX, otros estudiosos y escritores americanos, coinciden en lo mismo, cuando el padre Martarelli ya dijo: “No deja de haber algo de extraordinario en este Santo Cristo de la Vera Cruz, cuyo rostro inspira al mismo tiempo devoción y temor”.

Según la relación histórica hecha por fray Diego de Mendoza que en el siglo XVII fue por algún tiempo Guardián del Convento de San Antonio de Pádua, la celda del venerable Gaspar de Valverde se constituyó en lugar privilegiado por recibir al Santo Cristo de la Vera Cruz, luego de que esta asombrosa escultura fue encontrada en las puertas del templo antoniano, encendiéndose allí una luz natural refulgente con aroma de fragancia jamás sentida tiempo atrás y en ninguna de las otras celdas del convento.

Fue en ese aposento religioso donde el “Cristo del Milagro” recibió la primera veneración de los frailes franciscanos, para tiempo después ser alabado en el templo antoniano donde se construyó un altar destinado al Cristo de la Vera Cruz. Dicho altar estuvo próximo al retablo mayor del templo y muy visitado por todos sus devotos, así como por otras autoridades españolas que llegaban a Potosí. Una de ellas fue el virrey del Perú don Francisco de Toledo, quien en 1573, luego de haber besado con santo temor la sacratísima barba del Santo Cristo del Milagro, remitió un informe especial al rey de España, haciendo conocer de la grandeza religiosa sentida hacia el Cristo, en los siguientes términos:

“Luego, pasamos a visitar el sagrado templo del Señor de San Francisco, que es el primero que se levantó en esta Villa para honra y gloria de Dios, lugar donde, con la devoción que sentimos, veneramos al Santo Cristo de la Vera Cruz, imagen tan devota y admirable, que no hay palabras con que poderlo decir, por ser en todo un milagro, y para confirmar lo dicho, basta deciros que totalmente se ignora su artífice y donde se obró, pues como afirman los benditos religiosos de este convento y los vecinos de esta Villa, milagrosamente fue hallada a las puertas de la iglesia una mañana, habrá 23 años menos cuatro meses”.

“Lo que nos pone en más admiración es ver que el pelo de su sacratísima barba es natural, lo cual habemos tocado, y aunque indignos, aplicado nuestros labios con la humildad y reverencia posible. De todo lo dicho y los numerosos milagros que dicen haber obrado en tan pocos años con los moradores de esta Villa, habemos hecho dar fe y testimonio que todo está y queda en el archivo de este convento de San Francisco de Potosí”.

Este documento perteneciente al Virreinato del Perú, fue escrito con puño y letra del Virrey Francisco de Toledo, encontrándose como una reliquia histórica en el Archivo de la Indias de Sevilla; y quien quiera convencerse de ello, Dios le dé la gracia por visitar dicho archivo y allí conocer lo que se ha escrito más de cuatro siglos atrás.



* Presidente de la Sociedad Geográfica y de Historia “Potosí”.

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