viernes, 18 de agosto de 2017

Jesús Pérez vuelve a “casa” después de 57 años



Tenía 24 años y cursaba Teología cuando a las 21:30 del 26 de julio de 1960 llegó en tren desde Buenos Aires, junto a dos sacerdotes y tres estudiantes, directo al Convento de La Recoleta. Encontró una ciudad pequeña y el encanto arquitectónico que, a pesar de todo, aún conserva; recuerda que la mayoría se conocía entre sí. “Como dicen: ‘pueblo chico, infierno grande’. Donde el chisme es como la llajwa”, bromea.

Para Fray Jesús Pérez Rodríguez su natal Islas Canarias no podía ser lo mismo que Sucre, en Bolivia… Al convento volvió después de más de medio siglo, de la mano de los recuerdos de aquella noche de julio. En los claustros de La Recoleta —la que él denomina su casa—, el Arzobispo entre 1990 y 2013 nos recibe con su habitual sonrisa.

El hoy Arzobispo emérito de Sucre, de 81 años, cuenta a ECOS que su habitación es fría, sobre todo en invierno, donde una raya de sol entra cada día apenas unos momentos. Dice que aunque los pies no le ayudan mucho, se siente con el espíritu de un hombre de 40 años.

“Por obediencia”

“Yo no he escogido ser Arzobispo, pero lo hice por obediencia”, dice el padre Pérez quien, como todo sacerdote, celebra misas, en su caso, en la parroquia de Santa Ana del Monte Sión.

También recibe confesiones todos los días, asesora a varios grupos, continúa produciendo sus programas de radio y televisión, y escribe su columna dominical en CORREO DEL SUR.

San Francisco y la Virgen

Como miembro de la orden que San Francisco de Asís fundó en Italia en el siglo XII y que→ →denominó de los Hermanos Menores, dice que el santo, del que el actual Papa tomó prestado su nombre, “tenía 20 años cuando comenzó su proceso de conversión”.

Revela que él quiso ser franciscano desde niño. Recuerda haber tenido una infancia sencilla, de acuerdo a la vida que le dieron sus padres en Las Palmas, en las islas Canarias, España, donde ayudaba a su padre con las labores familiares en la lechería.

Tenía un hermano mayor, sacerdote, y a su madre un día le dijo: “me quiero ir como los franciscanos”, también que era su anhelo llevar el hábito marrón con el cordón en la cintura. Jesús Pérez contaba entonces con alrededor de 10 años de edad.

Finalmente entró al seminario, pero su idea permaneció fija en la mente y el corazón. A los 18 años, en 1954 comenzó sus estudios en la orden de los franciscanos haciendo un año de noviciado en el santuario de Sevilla “Nuestra Señora de Loreto”.

Luego, estudió tres de Filosofía y Teología en el Monasterio de Guadalupe de Cáceres, en España. En el Monasterio de La Recoleta de Sucre concluyó Teología después de dos años, hasta 1962, cuando se ordenó como sacerdote.

Hace un paréntesis para referirse a la Virgen de Guadalupe de Sucre, que, comenta él, se asemeja a la de Cáceres, en España, y no tiene nada que ver con la de México. “Vino un jerónimo en el siglo XVII desde Centroamérica hasta la Argentina pintando y hablando de la Virgen de Guadalupe de España”, aclara.

Es el mismo que pintó a la “Gualala” que ahora está cubierta de joyas en la capillita de la Catedral Metropolitana. •

Una rutina franciscana

Monseñor Jesús Pérez fue nombrado Arzobispo de Sucre en 1989 y tomó posesión el 12 de enero de 1990. Cumplió esa misión hasta marzo de 2013, desde cuando se convirtió en Arzobispo Emérito. Había sido Obispo en 1985 y Administrador Apostólico en 1988.

“Desde 2013 hasta ahora he vuelto a residir a mi casa, eso es lo mejor”, dice complacido, refiriéndose a La Recoleta, a donde llegó desde España en 1960.

Como en todos los conventos la jornada comienza a las 5:30, cuando Pérez recibe confesiones antes de la misa de las 6:00.

A las 6:30 los novicios tienen el oficio de lectura y a las 7:00, incluidos los profesos, rezan laudes en el coro tallado de la iglesia.

“Yo llamo a esto la mística y luego viene la ‘mástica’, que es el desayuno”, agrega de nuevo con el sentido del humor que nunca lo abandona.

Los novicios van a sus clases, mañana y tarde; estudian desde Quechua hasta Liturgia. También se ocupan de la huerta, que no es la misma antes: el agua está escasa. El más joven de los novicios tiene 19 años.

Al medio día vuelven a la oración y luego almuerzan para después, a la siesta, tomar un descanso. Todo con horarios bastante estrictos: “A las 17:20 se reza víspera y a las 17:55 se cena. Ahí termina la jornada”, concluye.

La casa del convento de La Recoleta

Monseñor Jesús Pérez elaboró un catálogo que es distribuido como guía turística del Santuario de La Recoleta en la Secretaría del mismo museo, que está abierto de lunes a viernes de 9:00 a 11:00 y de 14:30 a 16:30. Los sábados, de 15:00 a 16:00. El costo del ingreso es de Bs 10 para nacionales y de Bs 15 para extranjeros.

La casa de los franciscanos ubicada a los pies del cerro Churuquella está abierta a los visitantes, que pueden acceder a un conjunto turístico compuesto por la iglesia, la pinacoteca, el cedro milenario y tres patios, incluido el de los naranjos.

La construcción se inició en 1600 y tuvo diferentes etapas, según la mencionada guía. El claustro del medio fue el primero en erigirse y por allí estaba la entrada. Al lado se levantó la iglesia, inaugurada en 1874, que se cayó tres veces. Durante el sismo de 1948 sufrió el mayor daño.

Su estilo es gótico y en los altos tiene parte del coro tallado en madera de cedro, estilo barroco. “Al presidente (Isidoro) Belzu y a otro se debe que no estén las 100 sillas que no cabían en el coro de la iglesia. Se las robaron”, acota monseñor Pérez.

El sobrio primer patio tiene columnas inclinadas para evitar el agua de las lluvias en los pasillos; detalle arquitectónico de la Colonia que le da una perspectiva única, fascinante para los turistas. Allí también se encuentra un patio poblado de árboles y plantas, así como la celda del que fue obispo de Córdova, fray Mamerto Esquiú. El cementerio, donde descansan los restos de varios religiosos, está en el primer patio.

El segundo patio es otro estilo porque lo construyeron en una etapa posterior. Allí está la biblioteca, o lo que queda de ella luego de la expulsión de la orden, en los inicios de la República, por instrucción del mariscal Antonio José de Sucre.

Las gradas conducen a las celdas de los frailes y al coro tallado. El museo tiene 12 ambientes que contienen obras pictóricas, muebles antiguos, ornamentos religiosos, una colección de numismática, obras de orfebrería en cálices y custodias. Entre las imágenes sobresale el Cristo de la columna, tallado en madera.

IEl cedro milenario

Es uno de los grandes atractivos de la visita, mudo testigo de la evolución de estos territorios desde hace unos 1.500 años. Desde el cedro milenario, aledaño al patio de los naranjos, se puede apreciar la ciudad, la huerta de los frailes y el cerro.

La escuela franciscana de La Recoleta está dentro de la misión pastoral.

El gran restaurador fue fray Andrés Herrero, de acuerdo a información provista por el museo. Actualmente las cubiertas del claustro central se están cambiando con financiamiento de la propia comunidad religiosa y la colaboración de los franciscanos de Alemania, según cuenta a ECOS el guardián superior, padre Guido Abasto Jaldín.

Por otro lado, con recursos conseguidos de España por el Arzobispo Emérito de Sucre, desde hace dos años se vinieron encarando refacciones en la iglesia, como el arreglo de la capilla y cambio del piso, entre otros detalles que le devolvieron la belleza a la iglesia del Convento de Santa Ana del Monte de Sión de La Recoleta.

Franciscanos en la Villa de La Plata y en Bolivia

La única estadística que se tiene de la cantidad de franciscanos en Sucre data de 1773, de la época del rey Carlos III de España, cuando había 43 frailes en San Francisco y 16 en La Recoleta. De ese total solo dos eran españoles y el resto bolivianos y peruanos.

Ahora en la Capital no hay más de 15, de los cuales 10 viven en La Recoleta y, de estos, todos son bolivianos menos el padre Jesús Pérez, que nació en España.

El superior de los franciscanos de la iglesia de San Francisco es de origen polaco y sus hermanos, todos, bolivianos. Antes, el convento de la calle Aniceto Arce era más grande que el de La Recoleta, comenta Pérez a ECOS.

Los primeros

Entre 1538 y 1540 se calcula que llegaron los franciscanos a la Villa de La Plata, tiempo en el cual se construyó el convento de San Francisco, a una cuadra de la plaza 25 de Mayo.

En 1599 el obispo Alonso Ramírez de Vergara compró el terreno que perteneció al campesino Alfonso Mara y que abarcaba desde el cerro Churuquella hasta la plaza de La Recoleta.

En 1600 lo entregó a los franciscanos para que construyeran una nueva casa misional, más propicia para el recogimiento y la oración, detalla el Arzobispo emérito de Sucre.

Para entonces, el convento de San Francisco era colindante a la iglesia, en el centro de la ciudad.

“Desde La Recoleta fueron los franciscanos a misionar, empezando por Yamparáez hasta Muyupampa, San Juan del Piraí, Huacareta, el Ingre, además de Potosí”, complementa, sin mencionar que se repartieron por toda Bolivia, llevando su palabra incluso hasta el Beni.

Afirma que la misión de los franciscanos siempre ha sido la de evangelizar de una forma sencilla y popular: “Es el espíritu ardoroso de cumplimiento de las palabras de Jesús que nos ordenó que vayamos por todo el mundo”.

El tiempo más difícil

Sostiene que el periodo más duro para su orden fue en los albores de la República, en 1826, cuando Antonio José de Sucre los expulsó para tomar posesión de la infraestructura —tanto de San Francisco como de La Recoleta—, y montar sus cuarteles.

“Dicen que cuando estaba un franciscano predicando en San Francisco, un gendarme le dijo: ‘se baja o le tiramos’”, precisa Pérez, indicando que fue el momento en que los religiosos tuvieron que irse pacíficamente.

De esta etapa oscura para la Iglesia católica en Bolivia, el sacerdote recuerda que la mejor biblioteca que tuvo su orden religiosa estaba en San Francisco. Pero al salir los franciscanos y entrar los soldados, estos alimentaban las hogueras nocturnas con libros. La mayoría de los incunables, entre otra valiosa documentación, se quemó.

Los “padrecitos” volvieron en 1837, según monseñor Pérez. A los frailes les dieron a escoger entre La Recoleta y San Francisco y ellos optaron por el convento que está a los pies del cerro Churuquella, pues tenía una huerta regada por manantiales que ahora está prácticamente seca. Otra de las razones fue el ambiente propicio para el recogimiento y la oración.

En 1926, otra orden franciscana comenzó a trabajar en San Francisco, aclara después.

En seis departamentos

Son casi veinte las casas franciscanas establecidas en Bolivia, en los departamentos de Chuquisaca, La Paz, Oruro, Potosí, Santa Cruz y Beni, desde donde más de 100 frailes llevan adelante su misión evangelizadora.

De la Orden de los Hermanos Menores (OFM, que en latín significa Ordinis Fratum Minoris), que es a la que pertenece monseñor Pérez, se desprenden las ramas de la Orden de los Conventuales (como los que están en la iglesia de San Francisco) y la Orden de los Capuchinos (con presencia en Potosí y Santa Cruz).

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