miércoles, 19 de julio de 2017

Virgen del Carmen, la promesa luego de un milagro


SU HISTORIA

Según santorales, una de las devociones más populares es la de la Virgen del Carmen, cuyo nombre viene del Monte Carmelo, en Israel (Tierra Santa).

Desde hace muchos siglos se reunieron en el monte Carmelo varios monjes a rezar y hacer penitencia, la gente los llamaba Los Carmelitas y ellos tenían una gran devoción a la Virgen, a quien le erigieron un templo en esa montaña.

Entre los monjes del Monte Carmelo uno especialmente devoto fue San Simón Stock, a quien un 16 de julio de 1251 la Virgen se le apareció y le prometió conceder ayudas muy especiales a quienes llevaran el Santo Escapulario como un acto de cariño y devoción de honor a la Madre de Dios.

Escoltada por párrocos y comerciantes alrededor de su templo, la Virgen del Carmen recibe hoy a miles personas que le ofrecen en artesanías de miniatura sus anhelos más íntimos. Pero no es el colorido y el gran movimiento de la tradicional fiesta lo que más cautiva en torno a esta imagen de María sino más bien su historia hilada entre un intento de asesinato, un Presidente del país y la devoción popular.

Ataviada de una ropa de color café que le regalaron como signo de devoción hace unos tres años, portando una especie de sable atado a su cintura y cargando una imagen de cera del Niño Jesús, la Virgen del Carmen del templo de La Rotonda celebra hoy su día, como patrona de Bolivia y de sus Fuerzas Armadas, una fiesta que, pese a los esfuerzos que se hacen cada año, quizás no sean comparables al impacto que tuvo cuando por primera vez llegó a la Capital.

La imagen que tiene partes de cera y otras de trapo fue traída desde Europa para la inauguración del templo de La Rotonda un 6 de septiembre de 1852. En la procesión la cargó el mismo presidente Manuel Isidoro Belzu (1848-1855) conocido como el “Tata Belzu”, uno de los presidentes considerado populista por historiadores del país.

¿Pero a qué se debió tal fiesta y la construcción de su capilla en Sucre?

Dos años antes, en 1850, el general Belzu se encontraba en Sucre paseando a caballo, acompañado por su edecán, por la zona de El Prado (ahora, ex estación Aniceto Arce), un jardín que había sido mandado a hacer por el presidente de la Real Audiencia de Charcas, García León y Pizarro, cita el libro "Historia de la Iglesia de los Charcas o La Plata", escrito por monseñor Julio García Quintanilla.

En medio del paseo, fue tomado por sorpresa y atacado a bala, mas no murió. Herido, Belzu fue salvado del atentado tras ser recogido por unos campesinos, comenta el sacerdote Bernardo Gantier.

Balzu consideró que su salvación se debió a un milagro de la Virgen del Carmen, de la que era devoto, por lo que prometió mandar a edificar un monumento en el mismo sitio donde había sido herido.

Fue así que ordenó el envío de la imponente efigie desde Europa y ordenó construir un templo que originalmente fue edificado en donde hoy se encuentra la estatua del ex presidente Aniceto Arce, en pleno centro de la plazuela de la ex estación, una zona antes identificada como el final de la alameda de El Prado, ubicada antes de atravesar un riachuelo por donde corrían las aguas servidas de la ciudad, precisa el texto de García que indica que el traslado de La Rotonda se debió a que se buscaba dar mayor visibilidad y estética a los jardines que se construyeron en el lugar.

Sin embargo, Gantier comenta que el cambio del templo a donde hoy en día permanece, en la avenida Ladislao Cabrera, se debe a la construcción del ferrocarril que unió Sucre y Potosí, una obra que se emprendió en la década de 1930.

En el frontis del templo se encuentra fijado el año de su cambio, “1940” está sellado en su fachada que recuerda el icónico traslado de un templo “ladrillo por ladrillo”.

Lelia Andreatta, colaboradora y ferviente devota de la Virgen del Carmen es quien custodia las llaves de La Rotonda, a cuya chapa principal sólo se acomoda una llave de aproximadamente 15 centímetros de largo. Andreatta es quien muestra la inscripción del año que si bien es notoria pasa regularmente inadvertida ante los visitantes que se centran en visitar a la Virgen, aunque tampoco la observan a detalle.

¿Por qué? Porque si lo harían tal vez habrían advertido que a la Virgen le falta un dedo, al igual que a su niño que además se quedó sin pestañas en el ojo derecho. Madre e hijo requieren de una urgente intervención.

“Ya no hemos podido cambiarla”, comenta Andreatta frente a la imagen. Y es que debido a su fragilidad y al temor a que algo le suceda prefirieron vestirla sobre la ropa que llevaba, eso ya hace tres años, cuando una religiosa trajo las vestimentas que hoy todavía luce, con escapularios bordados por consagradas.

UNA FIESTA APOTEÓSICA

De acuerdo con lo retratado en el libro de García, escrito en 1963, no hubo antes una fiesta igual a la que se dio en 1852 cuando se inauguró el templo de La Rotonda. Para ese día, se reunieron en la Catedral el entonces Presidente con su comitiva de ministros de estado, cuerpo diplomático y miembros de las Fuerzas Armadas, cuyos integrantes lucían su uniforme de gala.

La misa fue presidida por el obispo de Santa Cruz porque el arzobispado estaba con sede vacante tras la muerte de José María Mendizábal.

Concluida la celebración, la imagen se trasladó en procesión hasta La Rotonda para la bendición del lugar. “Una gran muchedumbre se agolpó en todo el trayecto para presenciar el desfile que adquiría los contornos de una ceremonia apoteósica nunca vista entonces en la ciudad. La Virgen del Carmen, preciosa imagen traída de Europa, usó una riquísima ropa con los colores nacionales de la tricolor y fue portada en andas por el mismo presidente Belzu y distinguidas autoridades”, detalla el texto de García.

“Llegado el cortejo a la nueva capilla que lucía su blanca silueta, fue bendecida solemnemente y entregada al servicio religioso”, continúa.

En la ceremonia varios de los invitados elogiaron a Belzu por su religiosidad y por el milagro de la vida que le había dado la Virgen. Tras el acto oficial, el Presidente se subió a la cúpula del templo desde donde arrojó “al delirante pueblo que lo aclamaba, monedas de plata acuñadas ex proceso para conmemorar un hecho tan histórico. La masa popular se entregó a la celebración del acontecimiento con festejos que duraron varios días”, continúa el relato.

De acuerdo con la crónica recuperada por monseñor García, la ceremonia concluyó con un banquete ofrecido por el Presidente a sus invitados y dos años después, en 1854, se declaró a la Virgen del Carmen, patrona del Ejército Nacional, una fiesta que debía celebrarse anualmente “con carácter de feriado cívico”.

MANCHAS DE SANGRE Y COLUMNAS PERDIDAS

El traslado de La Rotonda estuvo a cargo de José Urioste, una persona reconocida en la ciudad, quien decidió que el templo se debía llevar a su nuevo sitio “ladrillo por ladrillo”, aunque se dice que le faltarían dos columnas, comenta la colaboradora del templo, Andreatta.

Sin embargo, algo curioso durante el movimiento fue el hallazgo de la casaca y el pañuelo manchado con sangre de Belzu, que él había ofrecido cuando se erigió el monumento a la Virgen. Las prendas del Mandatario actualmente se encuentran expuestas en el Museo de la Casa de la Libertad, relata Gantier.

DESEOS EN MINIATURA

Comparando el festejo realizado para la inauguración de La Rotonda, la celebración actual dista mucho de la de esos años. Hoy en día son miles las personas que acuden ante la imagen de la Virgen del Carmen, la mayor parte, si no todas, llevando consigo sus pedidos representados en artesanías de miniatura.

Casas, autos, títulos de estudio en miniatura son algunos de los bienes que comúnmente se piden y que según la tradición se harán realidad en el lapso de un año.

La custodia de las llaves del templo comenta que una vez vio a una mujer que le pidió poner en el altar de la Virgen a una muñeca envuelta y con pañales, porque ella no podía tener hijos, así que le habían recomendado acudir con fe y presentar así su pedido.

“Al año siguiente volvió con un bebé”, cuenta Andreatta quien recuerda a la mujer porque se le había acercado para mostrarle que su deseo se había hecho realidad. Como éste sin duda hay muchos más casos e historias de milagros movidas por la fe de los feligreses.

Andreatta, que cuida La Rotonda desde hace 16 años, luego de que su madre, quien también ejercía es labor, falleciera, afirma que encomendó en la novena a la Virgen la vida y salud de su nieta. Su pedido fue escuchado.

Según la curadora, fue cuando llegó su familia que se gestó la apertura del templo por lo menos una vez a la semana, luego de que su padre, devoto de la Virgen, pidiera que acudan párrocos a dar misa en el lugar. Eso sucedió aproximadamente en 1955, recuerda.

Continuando con la labor de su madre ella se encarga de abrir el lugar para las novenas, misas los sábados a las 19:00 y reuniones o matrimonios que se llevan a cabo en el lugar; además de la limpieza para la que contrata a alguien ya que el lugar no es atendido, aunque sí facturado, por el servicio de aseo urbano.

Y aunque reconoce que sería ideal contar con el apoyo de los devotos para el mantenimiento del lugar, afirma que continúa esa labor con la alegría de servir a quien la acompaña a diario.

“Yo digo que no tengo nada a qué temer o que me asuste, porque ella está a mi lado”, concluye.

UN ACTO DE PIEDAD DEL PUEBLO

Para el sacerdote encargado del templo de La Rotonda, el padre Nicolás Velásquez, los pedidos que se hacen en las Alasitas forman parte de la tradición y piedad popular y son reconocidos por la Iglesia Católica que en el documento de Aparecida publicado en 2007, destaca estos momentos de fe para ser guiados y discernidos por los párrocos.

Y es que la amalgama de fe cristiana y prácticas andinas como la ch’alla y las k’oas es evidente esta jornada que une velas y rezos con campanillas y sahumerios dedicados a la Pachamama y a los santos.

En esta jornada se reconoce tanto a los sacerdotes como a los kallahuayas, a la bendición con agua y a las invocaciones con vino y singani sobre sapos, ekekos y otras figuras consideradas casi paganas, pero que para los católicos deben ser guiadas y valoradas por su fe.

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