domingo, 13 de noviembre de 2016

Cultura Musulmanas bolivianas

Cubiertas con túnicas y velos, así caminan por las calles de Cochabamba Kawthar y Fátima, dos mujeres miembros de la comunidad islámica en Bolivia. Algunas personas las ven como si se tratara de fenómenos y otras como si fueran visitantes de un país muy lejano.

En realidad se trata de Katia Sánchez y Tania Céspedes, que fueron bautizadas y criadas en el catolicismo pero en su juventud decidieron renunciar a su religión y sus costumbres para sumarse a la comunidad musulmana en Bolivia, que llegó hace más de 500 años al país.

Su decisión responde a una elección personal en la búsqueda de la paz espiritual. “Después de buscar y visitar varias iglesias, por primera vez me sentí identificada en mi fe con el islam”, dice Fátima.

"Por casi 15 años seguí otras religiones. La mayoría adoraba a Jesucristo o Jehová y otros santos, pero en el islam solo hablaban de Alláh (Dios)", afirma Katia.

Al cambiar de religión, adoptaron también otros nombres Katia lo hizo por Kawthar, que significa “Río del Paraíso” y para Tania eligieron Fátima, que representa la “Fuerza”.

Pero, ¿cómo una mujer boliviana, cargada de una diversidad amplia de costumbres y tradiciones llega a familiarizarse con esta comunidad?

Kawthar

Kawthar, por ejemplo, desde muy joven estaba en la búsqueda de una religión que llene sus expectativas como seguidora de Dios. En este afán, ingresó a una sala virtual del Corán, donde interactuó con participantes por más de dos años. Luego decidió convertirse al islam, para lo cual debió cumplir con el Shahada -una recitación por la que se declara como una seguidora de Dios-.

Para ello, buscó una mezquita (lugar de culto) por internet y encontró la más próxima en La Paz, ubicada en la plaza Uyuni esquina Casimiro Corrales Nº 591. Allí se contactó con alguien de Irak que la guió para hacer su oración.

“Me llamaba la atención esta religión porque veo que viven más tranquilos, no pasan la vida estresados o buscando siempre algo más. Alhmdulillatt, estoy tranquila (Gracias a Dios, estoy tranquila), estoy en paz”.

Hace unos años, viajó a Marruecos junto con la empresa en la que trabajaba. Como ingeniera agrónoma, debía participar de un proyecto con cabras.

A su llegada al país de oriente, luego de que la gente se enterara de que Katia era de la misma religión, el recibimiento fue más que grato. “Estábamos en un taller tratando otros temas y, al finalizar la gente hacía fila para abrazarme y darme sus mejores deseos”.

“Para nosotros, una musulmana americana es de mucho respeto. Quiere decir que Alláh las ha bendecido y fueron rescatadas de un mundo sin ley”, dice Rabih Ardif.

Antes del islam, las mujeres eran consideradas una vergüenza y eran enterradas vivas, ahora son algo preciado y valioso. Según los derechos de la mujer en el islam ellas deben ser respetadas, honradas y queridas. “Ellas tienen tanto el derecho al buen trato, como la obligación de tratar bien a sus maridos”, según el Corán 2:228.

La personalidad de Kawthar cautivó rápidamente a Rabih, quien era su traductor de español, y le propuso matrimonio. “Él me pidió ser su esposa y me casé”, relató. De acuerdo a esta cultura, los jóvenes no enamoran antes de la boda, ya que en el enamoramiento la belleza de la mujer atrae al hombre y eso lleva al pecado, según explica Ardif. “Yo tengo que casarme primero y el amor nace después”.

Esta pareja lleva ocho años casada. Tiene dos hijos, Mohamed (de seis años) que nació en Marruecos y Aisha (de cuatro años) en Bolivia.

La pareja desmiente la información errada que indica que las mujeres están obligadas a contraer nupcias en matrimonios arreglados o cuando son niñas. “Eso existe, pero en comunidades arcaicas, donde aún no ha llegado la educación. Se trata más de una tradición o costumbre local que de la religión”.

FÁTIMA

Para Fátima, el encuentro con Alláh fue diferente. Cuando era muy joven, buscaba en internet a un artista muy famoso de una novela y encontró a varias personas con el mismo nombre, contactó a una de ellas, quien poco a poco le fue informando más sobre esta religión.

Las redes sociales fueron el portal de vinculación con esta comunidad. Luego de convertirse al islam, también tuvo que cambiar su nombre y foto de perfil en Facebook. “Las mujeres no pueden mostrarse públicamente y menos por internet”, dice ella. Esta religión tampoco está cerrada a las tecnologías pero, desde entonces, su número de contactos es muy reducido y en sus fotos no se muestra a ella misma, sino cosas de Alláh o fotos de paisajes que expresen paz.

Tampoco están impedidas de trabajar o dedicarse solo al hogar. "Eso depende de la mujer; pero el hombre es el proveedor del hogar", explica Brahim Lajbal, representante de la Asociación de la Comunidad Islámica de Bolivia.

Fátima destaca que los derechos de las mujeres en esta comunidad son muy avanzados. Cuando en Bolivia todavía se lucha por la igualdad, hace más de 1400 años que los islamistas reconocieron todos los derechos de este sector.

Más allá de los esteriotipos occidentales, el modelo de mujer musulmana es el de aquella que es fiel seguidora de su Dios, que ama a su marido, protege a su familia y guía a sus hijos.

Fátima tiene dos hijas bolivianas -Valeria de siete años y Valentina de cuatro- que comparten con gozo las reuniones y actividades de su madre en el islamismo.

En Marruecos, las niñas son festejadas a los seis años, como símbolo de su paso de la niñez a la preadolescencia. “Mis hijas fueron bautizadas católicas, pero cuando crezcan ellas podrán elegir su religión”, finaliza.

IMAGEN

Las bolivianas se diferencian de aquellas nacidas en países musulmanes. “Ellas son más suaves, cariñosas y dedicadas. Prestan mucho interés en aprender el islam y eso es destacable”, dice Brahim.

Entre algunas cosas propias de su cultura, las mujeres no pueden bailar con otro hombre que no sea su esposo. Es más, las fiestas matrimoniales se realizan en dos días, una para las mujeres y otro para los varones. "Me parece bien porque no tienes que esperar a que ningún hombre te saque a bailar, y puedes hacerlo con tu prima, tu hermana, tu vecina o simplemente en ronda", dice Kawthar.

De la misma manera, la mujer musulmana nunca mira de frente a un hombre. Por eso cuando el marido le presenta a su amigo, ambos se saludarán mirando a otro lado, tampoco se dan la mano y menos un beso en la mejilla.

“Es que su belleza puede tentar al hombre”, dice Ardif. Para ellos, las mujeres son hermosas por naturaleza y no así los varones; por eso las féminas deben cubrir su cuerpo con velos y túnicas.

En este entendido, disfrutar de un día de sol en la piscina está prácticamente restringido. “Pueden entrar a la piscina pero con la ropa puesta”, precisa. Al no existir balneario que permita el ingreso con ropa, estos baños solo podrían hacerse en tinas privadas u otros similares.

Las nuevas adeptas muchas veces sufren el choque cultural entre su familia actual y la del seno materno. Existen innumerables tradiciones que rompen con lo que manda el Corán, como por ejemplo la fiesta de Todos Santos. “No me gusta eso. Podemos asistir y respetar pero, no participar”, dice Ardif.

En Bolivia, existen más de 1.500 musulmanes que viven cada día con este tipo de choques culturales, pero siempre fortalecidos en su fe y abiertos a guiar a nuevos fieles.




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