sábado, 23 de marzo de 2013

La venta de rosarios así como la reparación de santos y símbolos religiosos guardan historias de trabajo y sacrificios.

Detrás de la devoción, la reflexión, el arrepentimiento y la fe que se refleja en cada templo de la Iglesia católica, también hay un esfuerzo de decenas de familias que se encargan de alimentar el amor a Dios a través de su trabajo.

Es el caso de la familia Valle Brito, que se dedica a la refacción de imágenes sagradas y creación de rosarios, entre otros símbolos que se convierten en intermediarios para demostrar su devoción al Creador.

Trabajan y viven para Dios. "Más que una forma de ganarnos la vida, esta es una manera de mostrar nuestro agradecimiento por la grandeza del Señor que nos bendice día a día las manos para poder llevar el pan a la boca", dice la señor Rita Brito, mientras muestra orgullosa el trabajo de su hijo Marco Antonio, quien en media mañana ha elaborado más de una decena de rosarios a puro pulso.

Una vela, hilos y un agujón para unir perla por perla son sus principales recursos para lograr el símbolo religioso.

"Ahora estamos trabajando bastante con los rosarios y las refacciones, porque usualmente la gente se acuerda más de Dios en Semana Santa", dice el muchacho de 23 años, que junto a sus dos hermanos ayuda a su madre también con la venta de velas, santos y sahumerios.

"Él heredó la habilidad de mi madre que también se ganaba la vida de esta manera. Me siento muy bendecida de que mis hijos honren a Dios con sus pensamientos sino también con sus manos", dice la mujer.

Dedica su arte a Dios. Sin duda que la historia de la familia Brito es solo una de las decenas de hogares que viven de este singular trabajo, unos con mayor esfuerzo y dedicación que otros, como es el ejemplo de Ricardo Soliz, quien tiene la habilidad y delicadeza para refaccionar y retocar santos de yeso, madera y porcelana. Él asegura que Dios guía sus manos para ganarse la vida. "Muchos preguntan por qué elegí este trabajo, siempre les respondo que si Dios me dio este talento, lo mínimo que debo hacer es agradecerlo y lo hago de esta manera", dice el hombre que hace más de 3 años trabaja en un taller de arte religioso en la calle Charcas, entre Beni y Murillo.

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