lunes, 12 de noviembre de 2012

Se celebra una fiesta anual en su homenaje Idolatran a un santo de ficción



La imagen del “Beato” fue elaborada por las manos de un escritor que utilizó plastoformo, barniz y plastilina.

El agradecimiento de un excanciller del Estado por un secreto beneficio que recibió de la efigie; de una docente universitaria que concluyó su tesis doctoral y de un recién egresado que recibió una beca para cursar una maestría... Son algunos de los “milagros” que atribuyen, desde hace 16 años, al “Beato Renecito” los estudiantes y docentes de la carrera de Literatura de la Universidad Mayor de San Andrés.
Hace más de una década y media, en taller de Creativa, una materia curricular de esa carrera, un grupo de alumnos, instruidos por su docente, decidió “inventar” un preste para recrear a beneficio propio la esencia misma de una celebración popular.
Dentro de este grupo se encontraba Clevert Cárdenas Plaza, actual docente de la UMSA e investigador del Museo Nacional de Etnografía y Folclore, quien afirma que ese grupo cambió una “fiesta de gala” por lo que ahora se denomina el “Preste de Literatura”. “Pensamos en San Lucas, que es de la carrera de Artes, pero para no tener pleitos decidimos inventar un santo”.
El investigador dijo que se puso de moda entre los estudiantes, en aquel tiempo, La tumba infecunda, novela de René Bascopé (1951-1984) que alude a cometas, senectud, muerte, prostitución y fetos conservados en alcohol: “El problema era cómo retratar al feto –uno de tantos en la novela–. Entonces, Adolfo Cárdenas tuvo un espasmo de escultor e hizo al 'santo' con plastilina”.
Cárdenas, escritor boliviano y docente en 1997 del taller de Creativa, aseveró que esa carrera tiene como icono “espiritual” a Jaime Sáenz, pero no asimilaba, entonces, la idea de elevarlo a los altares. “El muñequito era un N/N, entonces decidimos crear un beato y utilizar el nombre del autor de La tumba infecunda, René Bascopé. Desde ese día, la imagen del patrón del Preste de Literatura se llama 'Beatito Renecito'”.
Raymundo Quispe, uno de los anteriores pasantes de la fiesta, panadero de profesión y estudiante de último año, mencionó que cuando tuvo en su poder a la imagen, la introdujo en el horno en el que aprendió el arte de la panadería –actualmente fuera de funcionamiento–, porque para él era un espacio muy importante: “Para mí es como una awicha. En el día de mi preste hice funcionar el horno e hice t'ant'awawitas para entregarlas como recuerdos”.
En contrapartida, Willy Camacho, escritor boliviano, y también pasante de la fiesta afirma que la efigie es un valor simbólico, “pero, como yo no soy creyente, no creo en Dios ni en nada, para mí simplemente es un pedazo de plastilina”.
Los pasantes son docentes y alumnos de la carrera, formalmente un catedrático y un grupo reducido de estudiantes. Éstos tienen turno para llevar a sus casas a la curiosa escultura, que está hecho con plastoformo, recubierto de plastilina y endurecido con barniz. Mide alrededor de 20 centímetros y se encuentra dentro de una urna de vidrio, sentado en una silla.
Cada tanda de prestes le incorpora, por año, algo nuevo, no determinante, pero sí bastante curioso. Por ejemplo, en uno de los últimos años, Mauricio Souza le puso un “saco de aparapita” –crucial en la obra de Jaime Sáenz– en miniatura, acorde a la forma del muñeco.

1 de noviembre es la fecha en que se celebra el Preste de Literatura, en la víspera de Todos los Santos.

“Es un símbolo que une las tradiciones. Pero como yo no soy creyente, no creo en Dios ni en nada, para mí simplemente es un pedazo de plastilina”.

Willy Camacho / ESCRITOR

“NUNCA HE SIDO ‘FANÁTICO’ de la fiesta, pero sí me enteré de que atribuyen elementos milagrosos al ‘Beatito’". Por ejemplo, Juan Ignacio Siles (excanciller del Estado), que fue el segundo preste en1997, le agradece profundamente algo que entre chisme y chisme, se ha distorsionado y ahora sólo él lo sabe; Ana Rebeca Prada (docente universitaria) le reconoce la conclusión de su tesis doctoral; Clevert (Cárdenas Plaza), que le hayan dado su beca de maestría sin tener aún el título de licenciatura, y nombro sólo estos tres entre muchos otros que me enteré”, afirma Adolfo Cárdenas, el escritor que esculpió con sus manos al muñeco.
El autor de Periférica Boulevard también comenta, que en los pocos prestes, a los que asistió por distintas razones, el muñeco sale de su urna de vidrio y se cae, pero nunca faltó el benévolo que amorosamente lo levante, limpie y lo devuelva su pequeña silla de madera.

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