viernes, 9 de noviembre de 2012

Devotos de las “ñatitas” las agasajan con música nacional

Desde la puerta del Cementerio General, filas de policías y guardias municipales controlan la entrada de cientos de personas que caminan no sin dificultad hacia la iglesia, unos cargando flores y otros llevando vistosos estandartes con calaveras bordadas.

De pronto, la multitud se abre para dar paso a las invitadas de honor, que son recibidas con una lluvia de pétalos de flores, con cigarrillos y velas: entran en vistosas cajas, unas de vidrio con marcos de plata, en brazos de sus guardianes y devotos.

Después de una breve estancia en la iglesia, las calaveras, con sombreros y pelucas, con gafas de sol y coronas de flores, son llevadas hasta algún sitio especial.

En el trayecto, grupos de músicos ofrecen sus servicios: cobran 15 bolivianos por canción.

Ellos cantan de todo, desde cuecas hasta morenadas, pasando por huayños y rancheras. “Lo que quiera la familia se lo cantamos para la ‘ñatita’”, explica uno de los músicos.

Algunos grupos han llegado desde lejos sólo por este día. El conjunto musical de Marcela Huaro viene todos los años desde el sur de Perú para tocar huayños y expresar su devoción a “Pedrito”, la “ñatita” de la familia Orozco, para la que alguna vez interpretó algo de su repertorio.

“Hace siete años yo vivía en Bolivia, en la casa de los Orozco y el ‘Pedrito’ me cuidaba, así que cuando me fui le prometí que volvería para cantarle”, dice Huaro, quien reconoce que esta festividad también es una ocasión para ganar algo de dinero para su familia que vive en Perú.

Desde hace dos décadas

Wálter Tatake Quisbert coloca un cigarro más en la boca de “Carlos”, su “ñatita”, mientras una creyente esparce pétalos de flores sobre el cráneo y eleva una oración.

Quisbert señala que tiene a “Carlitos” desde hace 20 años; en vida era un tío muy querido por el ex boxeador, luchador y basquetbolista. “Desde que la tengo cuida de mí y de mi casa, es una presencia generosa y siempre cumple con lo que le piden”, asegura.

La familia de Doris Peña tiene a “Francisca” desde hace una década. “Ya hace diez años que después de la bendición nos sentamos aquí”, afirma. Doris agrega que es devota desde que “Francisca” le advirtió sobre un accidente que sufriría su hermano. Cuenta que la noche del accidente “Francisca” se le apareció en sueños y le anunció el siniestro, pero le aseguró que ella cuidaría de su hermano.

“Mi hermano salió con algunos rasguños, pero sus amigos murieron esa noche”, aseguró Peña.

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