miércoles, 8 de agosto de 2012

Feligreses cargaron piedras del calvario para construir el templo

“Éste era un lugar de ciénegas y todos los parroquianos traían piedras desde el calvario y arena en sus espaldas y otros a lomo de burro”, relata el diácono permanente de la parroquia San Ildefonso, José Bellot, señalando el lugar donde fue eregido el templo dedicado al santuario de la Virgen de Urkupiña, “Patrona de la Integracional Nacional”.

El templo de Urkupiña, antes dedicado a la figura de San Antonio, fue propiedad de un hacendado. La iglesia se edificó sobre los cimientos de los trojes (almacenes de alimentos y/o forrajes) y hoy está situado en el centro poblado de Quillacollo, en la parte alta de una loma que fue construida artificialmente por los pobladores de esta región. La construcción se inició a partir de una promesa que hizo un ex sargento del Ejército. Este sargento recibió la orden de fusilar a un cura, situación que lo consternó y motivó entregar su vida a Dios. “Lo que tú estás perdiendo en este hombre lo vas a recuperar conmigo”, fueron las palabras del sargento Fructuoso Mencía que posteriormente se formó como sacerdote y fue párroco de la iglesia. Impulsado por su promesa inició la construcción del templo el año 1908.

Las piedras fueron trasladadas desde la zona del calvario, a más de tres kilómetros al Sud. “No había camiones y todo se trasladaba a través de senderos y caminos de herradura, en un sistema de tablones con ejes de madera que eran tirados por personas o bueyes”, explica Bellot.

Materiales como el barro, cal, madera, cañahuecas, tejas y ladrillos son la base de la construcción que poco a poco fue embelleciéndose con las donaciones de los feligreses y los emprendimientos de párracos que luego continuaron la obra. El año 1922, se concluyó la obra gruesa, y en 1943, el párroco Francisco Cano Galvarro impulsó la conclusión definitiva, así como la construcción de la cripta del Santo Sepulcro. El 14 de agosto de 1947, se inauguró y consagró el templo terminado.

Un singular bautisterio de mármol azul destaca al ingreso del templo. El material fue traído desde el municipio de Independencia, a 180 Km. de la ciudad.

Frente al templo, en el lugar donde actualmente está la plaza principal 15 de Agosto, era la huerta del mayordomo de la hacienda. Esta propiedad tuvo que ser compensada con dos manzanos en el sector donde ahora es el coliseo municipal.

Restos óseos en el templo

Los restos óseos de los fundadores y promotores de la construcción así como del santo patrono de este templo están sepultados en la construcción.

Quien puso la piedra fundamental para la construcción, monseñor Fructuoso Mencía Balderrama, se encuentra enterrado en el lateral izquierdo de la cripta del Santo Sepulcro. “Quillacollo a su padre, pastor y constructor infatigable de su templo”, expresa la dedicatoria de los parroquianos de este valle. Mencía falleció el 16 de agosto de 1926.

El año 1950, monseñor Francisco Cano Galvarro trasladó desde Roma las partículas de los huesos de San Ildefonso que junto a un trozo de su sotana. El altar del Santo Patrono se encuentra en la nave lateral Oeste relievando el arte del estilo neogótico y románico.

A su muerte, Cano Galvarro también fue enterrado al lado derecho de la cripta del Santo Sepulcro.

El templo es de San Ildefonso porque en Quillacollo se estableció el curato de San Ildefonso.

“Los fondos eran recaudados penosamente de puerta en puerta”

Los escritos históricos del padre Francisco Cano Galvarro dan cuenta del carácter colectivo y desprendido que tuvo la construcción de este santuario.

“El padre Fructuoso Mencía puso manos a la obra con la decidida colaboración del pueblo, trasladando personalmente los materiales que eran requeridos en medio de sus feligreses y recaudando fondos penosamente de puerta en puerta y corriendo en compañía de la imagen de la Virgen de Orkopiña, de pueblo en pueblo.

Admira de cómo pudieron trasladar los enormes peddrones que forman las paredes del sagrado edificio”, atestigua Cano.

El padre Fructuoso Mencía inicia la obra el año 1908, dejando espacio después de su muerte en 1926. Posteriormente los padres René Panozo, Germán Sainz, Federico Torrico y Angel Rodríguez perfeccionaron la obra.

Trece altares en tres naves resaltan el valor religioso

Trece altares que fueron completamente refaccionados resaltan la belleza y valor espiritual del templo de San Ildefonso. La Virgen María de Urkupiña, el Santísimo Sacramento y el santo patrono San Ildefonso ocupan los lugares privilegiados.

En el altar mayor, donde se encuentra la imagen de Urkupiña, resalta la presencia de seis ángeles en posición de adoración a la Virgen y tienen en sus manos doce faroles que iluminan el altar. La obra fue esculpida por el coronel Emiliano Luján. En la parte central de esta obra está la urna de Urkupiña con detalles que exaltan la grandiosidad de la imagen.

El segundo altar de mayor importancia es el del Santísimo Sacramento. Tiene un sagrario esculpido en plata labrada que solo es expuesto en la Semana Santa. Anteriormente, el Santísimo estaba ubicado en el altar mayor; el 13 de diciembre de 2002, mediante Decreto Arzobispal de monseñor Tito Solari, se determina que “la imagen original de la Virgen María queda entronizada en forma definitiva en el altar mayor de la nave central de su Santuario”.

El tercer altar de mayor importancia es del patrono San Ildefonso, situado en la el sector Sud de la nave lateral Oeste, al ingreso de la Sacristía. Está tallado en madera y se caracteriza por ser único en su expresión y composición artística, que expresa las órdenes del neogótico y románico al fondo del púlpito.

Los restantes 10 altares de las naves laterales están dedicados al Sagrado Corazón de Jesús, la Virgen de Pompeya, el Sagrado Corazón de Jesús y María, el Niño de Praga, el Señor Nazareno, San Pedro, la Santísima Trinidad y la Inmaculada Concepción.

Informes históricos dan cuenta de las primeras construcciones

Innumerables documentos e informes históricos son testimonio del proceso de construcción del templo de San Ildefonso. En los antecedentes históricos se encuentra un informe de Francisco Viedma al virrey de Buenos Aires, Nicolás Arredondo el año 1788, refiriéndose a la primera construcción. “En uno de sus frentes está la iglesia: es de adobes y cubierta de tejas, su capacidad regular y medianamente adornada pero de poca consistencia”.

Asimismo, en las actas de la Municipalidad de Quillacollo se encuentran datos sobre la construcción de las torres. “En la capital de Quillacollo, a los diez y ocho días del mes de noviembre de 1895, con asistencia del presidente de la Junta Municipal de Quillacollo, varios vecinos notables del pueblo, y una vez hecho el perforado del suelo en la profundidad de tres metros, se procedió a colocar y bendecir solamente la primera piedra de la torre que construye la H. Junta Municipal, por su cuenta, para alojar el reloj público”.


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