lunes, 7 de mayo de 2012

Tradición y fe del templo de La Merced

En una tarde de verano, una leve brisa de viento hacía ondear el velo de encaje que cubría el rostro de la novia. Ella caminaba radiante, firme del brazo de su padre y ambos hicieron una pausa en su recorrido solo para contemplar el entorno y hacer la señal de la cruz antes de ingresar al templo de la Virgen de La Merced, en Sarco.

En la actualidad este templo se ha convertido en uno de los lugares más solicitados para contraer nupcias y no es para menos, puesto que ya desde el patio de acceso, el invitado o visitante puede sentirse transportado hacia la época republicana. Desde ya la arquitectura del entorno ayuda a crear el espejismo de estar apreciando una pintura colonial en tres dimensiones, por un lado las murallas de adobe pintadas de blanco, las tejas enmohecidas y de la época, el patio con la fuente central, las banquetas y los faroles que circundan la plazoleta terminan de crean el marco perfecto para ingresar al templo y quedar absortos con toda la belleza ancestral y cultural que preserva estas cuatro paredes.



La historia detrás de los muros

El abogado José Antezana Cornacchia, actual propietario de la imagen de la Virgen de La Merced, relata el origen de la devoción y la tradición familiar que aún conserva fielmente.

“Mi bisabuelo, el conde Sebastián de Irigoyen junto a su esposa Celuta Arriaga Marrón y Lombera fueron los primeros propietarios de la Virgen de La Merced en 1820”, asegura Antezana.

La tradición familiar relata que el año 1819 Irigoyen cayó gravemente enfermo, de un mal que por entonces desencadenaba la muerte. Luego de meses de angustia un día llegaron a la hacienda de Sarco, José Gamarra y su esposa Angélica, personajes conocidos por su actividad de arrieros, quienes tenían a su mando más de 25 personas y casi 200 burros, buscando hospedaje porque ya llevaban meses de viaje desde el Callao, bajo Perú.

En agradecimiento a las atenciones recibidas el arriero ofreció la imagen de una Virgen a Don Sebastián, quien rechazó la oferta.

El día de su partida el arriero, intentó acomodar la imagen de la Virgen en el lomo de las mulas, que por alguna extraña razón ninguna aceptaba la preciada carga. Debido a este hecho el arriero ofreció por segunda vez a Don Sebastián y en esta ocasión aceptó el trato; desde el primer momento el señor Irigoyen y su esposa quedaron impresionados por la belleza de la imagen. El arriero dio a conocer que se trataba de la imagen de la Virgen de Las Mercedes y manifestó que ella provenía de Sevilla España siendo está sumamente milagrosa.

Es así que el Conde encomendó su vida a la imagen y le prometió de que si lo curaba él mandaría a edificar una capilla en la hacienda. Luego de una novena y 21 días de espera se recuperó completamente. Fiel a su palabra envió a su hijo Manuel Irigoyen a Europa para contratar al mejor arquitecto de aquel entonces, labor que recayó en el florentino Franchesco Fontaine.

Belleza arquitectónica

Este arquitecto se trasladó a Bolivia en 1826 y a partir de ese momento realizó el trazo, los planos y sobre todo fue haciendo caso a los deseos de Irigoyen, quien no escatimó en gastos para crear una copia fiel en miniatura de la basílica menor de San Pedro en Roma, -una iglesia que el Conde personalmente había visitado durante uno de sus viajes a Europa-, todo ello para venerar a la virgencita de Las Mercedes acompañado de su familia, siervos y los habitantes de la región.

La construcción se inició en 1826 y finalizó en 1832, pero se inauguró oficialmente el 14 de septiembre en 1840, ello debido a la tardanza y luego la implementación de la ornamentación procedente de Europa. Finalmente la familia asumió esa fecha como aniversario, pero posteriormente la propia familia decidió trasladar su fiesta al 18 de diciembre.

Entre las características más representativas de la iglesia se distinguen la construcción de la fachada neoclásica.

La arquitecta Patricia Dueri señala que la fachada tiene un solo cuerpo y tres calles, en la portada central presenta una puerta de madera de la época, que sirve como acceso principal cuya principal característica es el arco de medio punto.

Otra de las características es que a un lado se encuentra una torre, -que cobija a 14 campanas, convirtiéndose en la única capilla en Cochabamba con esa cantidad-, y al otro lado una cúpula. El interior de la nave está cubierta con una bóveda de cañón corrido, cuyo techo está adornado y pintado con un diseño clásico, en los que predominan los colores claros, combinados en fondo blanco y detalles celestes.

La pintura de la cúpula fue realizada por un famoso artista italiano, también florentino, Benito Gallini, frescos que hasta el momento descubren la belleza y esplendor de la época republicana, además de plasmar algunos elementos propios de la familia Irigoyen, que destacan su descendencia española. Asimismo las molduras arquitectónicas fueron construidas para decorar con mayor magnitud la capilla.

En una breve visita a la capilla, José Antezana describió su pequeño patrimonio, entre las que destacan las columnas del altar mayor de la capilla cuyo estilo es netamente dórico romano y para otorgarle mayor realce es que están decoradas elegantemente con pan de oro, así como también los retablos de la imágenes que allí se encuentran, que son 11 en total, todas de la época republicana.

“Esta capilla fue construida como oratorio familiar y por ello mi bisabuelo no escatimó en gastos, pues él deseaba una capilla digna de la bella imagen que presidía el altar mayor”, asegura Antezana.

Una de las particularidades más representativas y emblemáticas de esta construcción es que debajo del altar mayor se encuentra la cripta familiar, donde descansan los restos y las cenizas de los antepasados de la familia Irigoyen. Pero aun sin conocer nada de estos detalles el visitante queda extasiado ante la belleza arquitectónica.

“Las ventanas tienen un estilo gótico, los vidrios de color, solo dejan pasar la luz ultravioleta. Las arañas que cuelgan del techo fueron importadas de Italia, además que todos los muebles y enseres que fueron traídos de Europa”, explica Antezana.

Por desprendimiento de la madre de José Antezana, doña María Elena Cornacchia, es que en 1966 la capilla Sarco pasó en custodia a la comuna religiosa de la zona. “Si bien mi abuelita entregó la capilla, la imagen de la Virgen de La Merced aún le pertenece a mi familia”, enfatiza Micaela Antezana, bisnieta de Sebastián de Irigoyen.

En 1973 la capilla fue declarada Monumento Nacional y a partir de entonces esta infraestructura está protegida por las leyes bolivianas. Desde 1982 hasta la fecha se hicieron cargo como custodios los Misioneros del Verbo Divino.

Grandes pérdidas

“Es una pena que la capilla haya sido objeto de hurtos, entre las cosas que se perdieron podemos nombrar a ornamentos, decorados, cuadros, pero sobre todo la corona de la Virgen, que fue donada por mi bisabuelo, la cual era de oro puro con incrustaciones de perlas, amatistas, brillantes y esmeraldas, dicen que tenían el tamaño de un grano de maíz”, recuerda Micaela. Pero nada le quita la belleza y el esplendor que aún conserva, para orgullo local y nacional.



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