domingo, 4 de diciembre de 2011

Willque: un santo, cuatro centurias

La intersección de las calles Calama y Antezana es el sitial de la primera capilla particular y pública más antigua de Cochabamba, donde mora la imagen del señor de Willque, santo de devoción de connotadas personalidades y de individuos anónimos.

La fachada no luce portentosa, sin embargo, es un ícono para los devotos que transitan cerca, pues mientras unos hacen reverencia al santo persignándose, otros se postran ante la puerta de la capilla de rodillas; como don Mariano, un anciano, que no deja de agradecerle por los favores concedidos.

QUIMERA HECHA REALIDAD

El santo de Willque data del año 1555, narraciones colectivas -y orales- alegan la historia a Bartolomé Aguilar, quien se encontraba descansando bajo un árbol en Willque - una localidad cerca al lago Titicaca- y de repente una mula se apostó a su lado con un baúl en el lomo.

Bartolomé preguntó a los pobladores quién era dueño del animal y nadie se declaró propietario, más bien le destinaron la potestad del baúl y la mula a él. Al abrirlo se sorprendió demasiado porque encontró dentro al santo.

Aguilar, viajó a Roma para dar la noticia al papa León XII, quien le concedió las licencias para edificar una capilla propia. Es así que Bartolomé instala al santo en “La casa quinta” -lugar donde actualmente está la capilla- ésta era una hacienda que antes un manzano.

“Había un estanque de agua y toda la gente del lugar venía a sacar agua de aquí”, comenta Marie Luz Orellana, descendiente de Bartolomé Aguilar y actual propietaria de la capilla.

REFACCIÓN EN ACCIÓN

Marie Luz, es nieta de Natalio Aguilar y María de Aguilar, ambos conservaron al santo de Willque durante siglos en el mismo sitio donde se lo puso la vez primera.

A lo largo del tiempo se hicieron pequeñas refacciones de la capilla. A su retorno de Estados Unidos, Marie Luz se instaló en la casa de sus abuelos y hace una semana puso en marcha un proceso de restauración y renovación del lugar salvaguardando las reliquias.

El arquitecto encargado del proceso es José Arturo Rodríguez, que junto a un equipo de cinco personas más trabaja arduamente para conservar el sitio. “Estamos haciendo una reposición de la cubierta. Reemplazando la teja muslera por teja española que es de un material similar”, informa.

Las tejas que cubren la infraestructura del lugar jamás fueron cambiadas, se renovaron las cañahuecas pero el resto del material no fue tocado. “Tenemos que cambiar las tejas porque en época de lluvia penetra agua y está dañando todo. Si no se hacía este cambio corríamos el riesgo de un desmoronamiento”, asegura Marie Luz.

La familia preserva antigüedades que exceden los dos siglos de vida, entre ellas mobiliarios, manteles, marcos, candelabros. “Con el paso del tiempo fuimos desechando cosas que seguramente hoy habrían valido mucho. Hasta un armonio teníamos pero lo dese- chamos porque antes se valoraba más lo moderno”, cuenta Orellana.

Sin lugar a dudas las reliquias que hasta el momento se conservan son un baluarte -además de sentimental- histórico para Cochabamba. Se ha considerado abrir las puertas de la capilla de Willque más allá de lo habitual, para instalar una sala de exposición de antigüedades.

La responsabilidad de la capilla está en manos de Marie Luz Orellana, desde hace dos años, previamente la encargada del lugar era su hermana María Elsa Orellana (+), que en su estado de minusvalidez dirigía óptimamente las actividades religiosas.

A Elsa le hicieron un obsequio que Marie conserva preciadamente, una piedra que está en una caja de cristal; la particularidad de ésta es que tiene grabada la imagen del señor de Willque.

PROPIOS Y EXTRAÑOS

El arquitecto Rodríguez -quien además es vecino del lugar hace 50 años- recuerda que una vez: “Manfred Reyes Villa, entró de rodillas a la capilla para orar y pedir la intersección del señor de Willque en la época en que candidateaba a la Presidencia de Bolivia”.

Entre los personajes más relevantes que visitaron la capilla, Marie menciona al presidente Barrientos, Jaime Paz Zamora, “también Banzer ponía misas junto a su esposa -ella era compañera de curso de mi hermana Elsa- porque vivían cerca”.

Éstos son algunos de los recuerdos que quedan en la capilla, que de momento no es avalada como patrimonio cochala y se mantiene particularmente.

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