martes, 3 de mayo de 2011

Fieles ya pueden venerar féretro de Juan Pablo II

El féretro con los restos de Juan Pablo II fue trasladado ayer desde el Altar de la Confesión de la basílica de San Pedro a la capilla de San Sebastián del templo vaticano, una vez concluidas las celebraciones por la beatificación del papa polaco.

Según informó el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, alrededor de las 19.15 hora local (17.30 GMT) el féretro de Juan Pablo II fue llevado en procesión desde el altar de la Confesión, donde había sido colocado el domingo a las 13.00 hora local (11.00 GMT), hasta la Capilla de San Sebastián, donde tuvo lugar la sepultura.

Asimismo, explicó que se ha colocado una lápida con una inscripción en latín muy sencilla: "Beatus Joannes Paulus II" y precisó que a partir de hoy los fieles que entren en la basílica de San Pedro podrán venerar a Juan Pablo II en la capilla de San Sebastián.

LA CAPILLA Está situada entre la que acoge a la "Piedad", de Miguel Ángel, y la Capilla del Santísimo, ha sido restaurada, con nueva iluminación y sonido y permitirá una mayor afluencia de fieles en el futuro.

Los restos de Juan Pablo II habían reposado desde el 8 de abril de 2005, fecha del funeral, y hasta el pasado 29 de abril en las Grutas Vaticanas, en la que fue tumba del beato papa Juan XXIII y a pocos metros de la tumba de San Pedro.

El viernes, el féretro con los restos de Juan Pablo II fue sacado de la tumba que ocupaba en las Grutas Vaticanas y colocado sobre un catafalco cubierto con una tela blanca delante de la monumental tumba de San Pedro.

El ataúd permaneció en ese lugar hasta la mañana del 1 de mayo, cuando fue trasladado ante el Altar de la Confesión de la basílica de San Pedro, para que los fieles pudieran venerarlo tras ser beatificado por Benedicto XVI ante más de un millón y medio de personas que festejaron con júbilo esta decisión. La beatificación acercó al amado pontífice a la posible canonización pese al escándalo de abuso sexual que pesa sobre la Iglesia hace varios años atrás.

Autoridades del Vaticano consideran que la causa de canonización no es un juicio sobre cómo administró la Iglesia, sino por llevar una vida de virtud cristiana.

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