sábado, 23 de abril de 2011

“Juan Pablo II integraba la oración y el trabajo pastoral”

El nuncio apostólico en Bolivia, monseñor Giambattista Diquattro, habla de la personalidad y del trabajo íntegro del fallecido Papa Juan Pablo II. Anuncia de la beatificación del pontífice que se producirá el próximo 1 de mayo en la ciudad de Roma a poco más de seis años de su muerte. Diquattro conoció a Karol Wojtyla y por ello tiene autoridad para hablar del Papa viajero.

Para la beatificación de Juan Pablo II, ¿qué actitudes y acciones del Pontífice fallecido fueron destacadas?

Desde el comienzo y hasta el final de su vida, en él ha resaltado su relación personal con Dios. Se trata de una relación clara y evidenciada desde su niñez; de hecho, el siervo de Dios la ha cultivado y la ha fortalecido armónicamente durante toda su vida, descubriendo desde jovencito el misterio del amor de Dios y la necesidad de abrirse a este amor para vivir bien cada día. Sabemos que su vida ha sido marcada por sufrimientos en su familia y en su nación, situaciones dolorosas que ha vivido en comunión de amor con sus seres queridos y con su pueblo. Todo esto se ha manifestado en la riqueza de la humanidad del Papa Juan Pablo II.

Karol Wojtyla era fuerte, claro y decidido en su actividad, ¿de dónde recibía esta fuerza, también en momentos difíciles?

En sus escritos y en su mismo testimonio de vida se ha podido constatar que tenía el don, el gusto y el gozo de la oración y que era fiel a este “encuentro”. Mucha gente que ha participado con él en momentos de oración afirma que eran realmente momentos en los cuales se veía que el Santo Padre estaba con el Señor.

Estos momentos se nutrían con la práctica de la oración cotidiana, que todos los sacerdotes observan: la santa misa, el breviario, la meditación, el rosario, el vía crucis los viernes y la hora santa los jueves. Eran tiempos de oración a los cuales él se entregaba con el corazón y con la vida.

¿Wojtyla cómo integraba la oración y la pastoral?

Con mucha sencillez y gran riqueza humana ha sabido unir varias realidades que aparentemente no eran fáciles de conciliar. Tenemos dos testimonios: el escritorio-reclinatorio que utilizaba para estudiar y escribir en la capilla del Arzobispado de Cracovia, y las pequeñas oraciones con las cuales empezaba y con las que a veces señalaba las páginas de sus apuntes. Pero la oración no era algo privado solamente: él en sus oraciones siempre ponía ante Dios casos, situaciones, dificultades que la gente le presentaba y por eso tenía también la costumbre de dejar en el cajón del reclinatorio las cartas o mensajes que los fieles le dirigían pidiéndole plegarias.

¿Un Papa que llegaba de un país (Polonia) que durante varias décadas no ha sido libre, nos ha dado testimonio de lo que quiere decir ser libres?

Sí, y nos ha dado testimonio de una evidente libertad interior, que se ha manifestado ante todo en una vida esencialmente sencilla, con un gran desapego de sí mismo y de las cosas, no ha buscado el éxito personal, ha buscado el éxito del Evangelio y del ser humano. Esta libertad interior se ha manifestado desde el inicio de su ministerio en Roma, cuando ha invitado al mundo y a la Iglesia a “no tener miedo”, y se ha tratado de una reiterada exhortación, que ha contagiado a toda la humanidad, ayudándola a tomar conciencia, a liberarse del yugo y del miedo que cadenas políticas, culturales y espirituales provocan.

Ha tenido una pasión por la naturaleza y por el arte, también por algunos deportes como el alpinismo, el sky y la natación. ¿Qué puede decir?

En efecto, todos hemos conocido su dinamismo y su sensibilidad, que confirman el hecho de que la riqueza de la gracia no sustituye ni tampoco destruye, sino que promueve y fortalece las dotes humanas y naturales. Estas cualidades con la gracia se comparten más fácilmente, porque se viven como talentos que deben fructificar. Por eso, se podía notar en Juan Pablo II una rara concentración cuando atendía a sus interlocutores y sus problemas. En un testimonio de 1967, se supo que el entonces vigoroso Wojtyla donó una cobija de su cama a una familia que aquella noche la necesitaba. Se puede decir, pues, era un comunicador nato del Evangelio y la gente se daba cuenta claramente de su “frescor evangélico”.

No solamente se notaban en Juan Pablo II las dotes humanas y espirituales, que lo adornaban, él ha sido también claro y competente en temas sociales.

La síntesis de fe en Cristo y de amor y pasión por la humanidad, lo ha animado a entregarse a la defensa, a la promoción de la dignidad y de los derechos humanos, es decir, al bien concreto del ser humano y de los pueblos. Su lucha por la liberación del totalitarismo comunista, la reivindicación intransigente de la justicia por los pueblos que sufren hambre, su compromiso continuo por la paz en el mundo, han tenido la misma fuente: Cristo. Ha sido constante y fuerte su actividad en favor de la familia y de la vida, Así como también su lucha contra las fuerzas del mal, que impiden el pleno desarrollo del hombre. Las amenazas recibidas nunca lo atemorizaron.

¿Cuáles fueron las últimas palabras de Juan Pablo II? ¿Qué podemos evocar de sus enseñanzas espirituales y pastorales?

Quisiera evocar exactamente sus últimas palabras “déjenme ir al Señor”. Por supuesto son palabras de quien se había preparado para el encuentro definitivo con Dios, pero son palabras que nosotros podemos repetir diariamente, en sentido de que necesitamos caminar continuamente hacia Dios Padre. Que el Resucitado bendiga a Bolivia y que Bolivia sepa orientarse continuamente hacia el Señor. (CTC)

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