jueves, 21 de abril de 2011

El principal legado de Jesús es que abrió los ojos a la humanidad


Este personaje incomodó a los romanos, entró con paso firme en la ciudad de Jerusalén en momentos en que la sociedad sufría las desigualdades sociales, y cuando las leyes, inclusive las religiosas, se habían convertido en un poder alejado de la esencia humana.

Cuestionó a sacerdotes y políticos con su forma de vivir y actuar; marcó así e indeleblemente la historia de la humanidad, dividiéndola en un antes y después.

Jesús es la persona más analizada y estudiada de la historia, y es el eje de la religiosidad de muchos pueblos. “Hombre, rebelde, hijo de Dios, político, líder”, son algunos de los calificativos que se asocian a su emblemática figura.

Salvador. El sacerdote católico Mateo Garau, ayudante del director espiritual del colegio San Ignacio en La Paz, dice que una primera faceta de la vida de Jesús que sorprende es cómo el “salvador del mundo”, el elegido por Dios, nació en un país pobre, no soberano, que dependía del Imperio romano y “en el seno de una familia campesinita de clase muy baja”.

Los evangelios muestran a un hombre que nace, “según nuestra fe cristiana”, por una revelación divina en la Virgen María, “sin intervención del varón y sólo por obra de Dios”.

Como el niño necesitaba un papá terrenal, “el Señor escoge también a un hombre de la clase social más humilde, carpinterito de pueblo de quinta categoría, llamado José. Un hombre de corazón recto y puro”. Grandes angustias debió vivir José al ser novio de María y enterarse de que su enamorada estaba embarazada, comenta.

“Pero Dios actuó con lo que el evangelio llama el Ángel del Señor”, y le dijo a José: “No temas, lo que hay en tu novia viene del Espíritu Santo; llévala a tu casa, cásate con ella y tú le pondrás el nombre de Jesús a este niño porque será el que salve al pueblo de los pecados”. No por nada la raíz etimológica del nombre de Jesús, Yhesua, (en hebreo), en el Antiguo Testamento, significa “salvador”, para otros es también el Mesías y el Hijo de Dios.

Valiente y pacífico. Ricardo Zeballos, jesuita y director de la Pastoral de la Universidad Católica Boliviana, analiza al Jesús adulto que se rebela ante su realidad y se convierte en un líder que vino a “incomodar” a los romanos.

En ningún momento vino a hablar de paz en el sentido de comodidad, de inacción. “Al contrario, vino a 'encender el fuego' y a ayudar a la gente a ver que era tiempo de analizar lo que estaba pasando y a abrir los ojos ante tantas injusticias”.

Su prédica la imparte en un tiempo de extrema pobreza y desigualdad, las que no sólo dañaban y destruían la unidad familiar, también convertían a la gente en esclava por deudas, la exponían a enfermedades y muerte.

Asume así la misión de cambiar las cosas y “abrir los ojos de la gente que estaba siendo engañada con teorías y leyes que no las ayudaban”. Empieza a curar, “no sólo a devolverles la vista física, sino a empujarles a ver su realidad. Da la voz a quienes no podían reclamar justicia y decide que el cambio ya llegó”.

Según críticos y científicos del programa La vida Desconocida de Jesús (Discovery Channel), Jesús llegó a una Jerusalén en tensión, con sentimientos religiosos y políticos muy fuertes. Los sacerdotes se preguntan si, en el mundo actual, con problemas parecidos a los de Jerusalén, ¿se escucharía a Jesús o se lo crucificaría?

Jesucristo tenía entre 38 y 39 años

Jesús no tenía 33 años al morir. El Mesías tenía entre tres y cinco años más. La teoría se apoya en el texto Jesús en su tiempo, de Daniel-Rops (Ed. Arcaduz, biblioteca Opus Dei), que indica que la fecha en la que nace Jesucristo no es del todo exacta.

El padre Mateo Garau, ayudante del director de espiritualidad del colegio San Ignacio, indica que las últimas investigaciones muestran que Jesús contaba con cinco a seis años más, es decir que murió a los 38 ó 39.

“En el año primero de la era cristiana, año 753 del calendario de Roma, con toda probabilidad Jesús tenía ya cuatro o cinco años. O sea que debió nacer el año 747 de Roma”, dice Garau.

El error obedece a los cálculos del monje Dionisio el Exiguo, quien estableció la sincronización o combinación de tiempos de los datos desde el evangelio de Lucas, sin tener precisión sobre el año de la muerte de Herodes.

Hoy se sabe, con toda seguridad, que Herodes el Grande falleció el año 4 antes de la era cristiana. Y es este personaje a quien Mateo cita en su evangelio como contemporáneo del nacimiento de Jesús. Fue aquél quien ordenó el asesinato de los niños en su afán de eliminar al Mesías, de cuyo nacimiento tuvo noticia y al que temió. Este hecho se recuerda cada 28 de diciembre como el Día de Inocentes.

Según Rops, si se admite que el bautismo de Jesús fue en enero del año 28, a “unos 30 años de edad”, él tuvo que nacer al menos dos o tres años antes del primero de nuestra Era, sostiene el autor de Jesús en su tiempo.

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